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Alumna de la Universidad San Jorge nos cuenta su experiencia como voluntaria en la India

El impacto que ha dejado esta experiencia en Adriana Solanas durará para siempre
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19.03.2018

“De repente yo dejé de ser importante y dediqué todos mis esfuerzos y energías a unos niños que son el futuro del país. Ellos te enseñan el verdadero valor de la inocencia, la bondad, el dar sin esperar nada a cambio, la felicidad real donde lo material no tiene cabida”. Adriana Solanas, graduada en Traducción y Comunicación Intercultural por la USJ y máster en Dirección de Empresas MBA, recuerda como un voluntariado en la India le ha cambiado la vida.

El pasado septiembre, por circunstancias familiares, Adriana se fue a vivir a la India. Desde el primer momento tuvo claro que era el país perfecto para hacer un voluntariado internacional. “Me acordé de un programa de televisión en el que hablaban con una chica española que había creado la ONG Sunsita en Kanganahalli, un pueblo a hora y media de Bangalore, la ciudad donde yo vivía. Contacté con ella y me ofreció la posibilidad de dar clases de Inglés a los niños del colegio”, cuenta Adriana.

“Los más pequeños no sabían nada de inglés y me hablaban en hindi o kannada, su idioma local, pero cuanto más pequeño eres, más rápido aprendes un idioma. Cada semana iba notando mejoría y me entendían mejor cuando les hablaba en inglés”, recuerda. A través de actividades creativas como pintar, cantar o bailar se fue ganando su afecto y confianza. “En la India se enseña mucho a escribir y copiar, pero se dedica poco tiempo al pensamiento crítico y al desarrollo de la imaginación”, explica la exalumna de la USJ.

Adriana cree que cuando alguien decide irse a vivir a la India debe saber lo que va a encontrarse. Es por ello que se informó, leyó artículos y vio programas sobre el país “para intentar que el choque cultural fuera menos agresivo”. Ahora, suscribe a aquellos que afirman que la India es el país de los contrastes. “Las infraestructuras de la ciudad están en mal estado, el tráfico es una locura que se rige por sus propias normas internas, hay que tener cuidado con las enfermedades y verás vacas y monos conviviendo con la población”, reconoce. “Pero luego descubres que los indios son muy serviciales, siempre intentando ayudar con una sonrisa y nunca enfadándose. Pensaba que con los extranjeros serían más cerrados… y resultó ser todo lo contrario”, añade.

Hace apenas unas semanas que Adriana dejó la India. Su voluntariado duró seis meses, pero el impacto que ha dejado en ella durará para siempre. “La felicidad que estos niños han traído a mi vida la voy a llevar siempre en el corazón. No voy a poder olvidar sus sonrisas, abrazos, inocencia y amor incondicional. Volver a verles es ya una necesidad. La India ha sido un antes y un después en mi vida”, reconoce.