DEL “MÉTODO PORTO” A LA CO-RÚBRICA

El método de calificación una tarea difícil y desafiante
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Profesor de CPA Salduie
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Aparte de rendir mi particular homenaje a mi querido profesor Porto, quería con este breve artículo contaros mi singular experiencia como profesor de un Centro de FP como es el CPA SALDUIE en relación a los métodos de evaluación en el aula.

Os hablaré de lo que a mí me ha funcionado y de cómo sigo buscando la manera de resolver los problemas diarios a la hora de calificar adecuadamente a mis alumnos.

En clase de guión en la Universidad Complutense teníamos de profesor a Juan Antonio Porto que, aparte de aparecer en el programa de Garci “Qué grande es el cine”, estaba detrás de series y películas de los 70 y 80 como “La forja de un rebelde”.

En clase muchos alumnos se negaron a asistir porque fumaba un cigarrillo tras otro de Ducados negros que le había dejado permanentemente los dedos y el flequillo de color amarillo. A mí particularmente me daba igual porque era la primera persona que nos enseñó guión en cinco años de carrera. Un reducido grupo de aspirantes a cineastas lo adorábamos hasta la extenuación. Aún lo recordamos con cariño, pues falleció hará cosa menos de un año a las 84 primaveras.

Era ingenioso y exigente y nos enseñó a profundizar en los detalles de la puesta en escena, a conocer las palabras exactas para describir las acciones y a que nuestro diálogo fuese depurado y sonase como suena en la calle.

Yo quería aprender a escribir guiones así que le presentaba tareas y ejercicios todas las semanas. Perseguía esa perfección con ahínco, pero también me exponía a su constante crítica.

Gracias a mis fallos y meteduras de pata, que no dudaba en compartir con el resto de la clase, mis compañeros y yo aprendimos las bases de la escritura de guión.

Pero sólo una cosa tengo que reprocharle a mi querido profesor Porto: su forma de calificar. Al terminar el curso, las notas aparecían en el corcho del pasillo y descubrí sorprendido que a todos nos había puesto un notable. ¡Café para todos! No es que no me lo mereciera, no es que me esperase más, la extrañeza es que aquellos que ni siquiera habían asistido a clase ¡tenían la misma nota que yo!

Han pasado más de 20 años desde entonces y en clase aplico las enseñanzas de Porto de exprimir lo máximo de una escena, de buscar la belleza en los detalles y en que todo suene natural y verosímil. Pero el método de calificación no es el mismo. Desde que hace quince años empecé a transmitir las herramientas del Lenguaje Audiovisual, el método de calificación ha sido una tarea difícil y desafiante. El objetivo siempre es preservar y fomentar que las buenas ideas y la creatividad no se desvanezcan o que, si están asomando, terminen de aflorar.

Al igual que mis compañeros de profesión: la enseñanza, he mantenido los ojos abiertos para encontrar un método de calificación eficaz y justo que a su vez pueda generar una plantilla aplicable a muchas de las tareas semanales que vamos desarrollando en clase. Desde que el examen forma parte de un 15% de la nota final ha aparecido la urgencia ineludible de encontrar una manera de encontrar un método estable, sencillo y eficaz.

Después de mucho ensayo-error, de Excels y columnas laberínticas, parece que entre la rúbrica de Classroom y la extensión de Corubrics (para los que usamos Google for Education) el problema se va resolviendo y nos ayuda a los profes a centrarnos en la tarea más importante de todas: el aprendizaje del alumno. Son plantillas rápidas, modificables a cada casuística y aplicables a todas las asignaturas y situaciones por las que pasa nuestra práctica. Desde entonces, no sólo mi satisfacción con el método de calificación ha mejorado, también la del alumnado, que es el primer conocedor de la rúbrica y en ocasiones sugiere cambios que se adecúan a su experiencia en el proceso.

No sé si es un método que ha venido para quedarse, pero sí que al menos se distancia del que hasta ahora he llamado “método Porto” y permite al profesor y al alumno resolver un problema que les importa a ambos. Nos conecta y nos humaniza y nos permite centrarnos en lo más importante: el aprendizaje.