Hace dos décadas exactamente que entraba por las puertas de San Valero por primera vez. Aquel septiembre de 2004 fue el inicio de un largo camino que nunca pensé que se alargaría más de los cuatro años de la secundaria y los dos de bachillerato. En aquella mochila cargada de cuadernos, libros, ilusiones, miedos, expectativas y nuevas amistades, también llevaba, aunque lo descubriría más tarde, mi vocación por enseñar.
Recuerdo con mucho cariño y nostalgia a mis compañeros. Muchos veníamos del mismo colegio, otros llegaron después, y nos convertimos en una gran familia que todavía seguimos manteniendo, supongo que esa es la magia de San Valero. Recuerdo por supuesto a mi tutor Antonio Torrea, que fue nuestro fiel...