LA MAGDALENA

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Muchos recordarán aquella escena grabada en la que Chaves, el que fuera presidente de Venezuela, paseaba por las calles de Caracas rodeado de simpatizantes y, de vez en cuando, se detenía ante un edificio y decía “¡Exprópiese¡”. Edificios que consideraba interesantes para iniciativas gubernamentales. No sé si esa manera arbitraria y “populista” de gobernar se concretaba luego en algo pero sí ponía de manifiesto la inseguridad jurídica que se genera con regímenes de este tipo.

La imagen me venía a la cabeza tras los últimos pasos dados por algunos en torno a la Iglesia de Santa María Magdalena de Zaragoza. Ni cortas ni perezosas, las asociaciones de vecinos solicitan al Ayuntamiento que la Iglesia se pueda dedicar a otras actividades, además de las religiosas. Parecería bien que estas entidades negociarán con el Arzobispado y con la propia parroquia sobre qué tipo de actividades, por ejemplo culturales o sociales, pueden desarrollarse junto con las funciones parroquiales. Lo que no parece bien es plantearlo al Ayuntamiento, que no tiene ninguna autoridad en la materia y, además, que el alcalde, según la información publicada y no desmentida, se ofrezca para que la asesoría jurídica municipal estudie reclamar la titularidad del monumento, que está inscrito a nombre de la Iglesia de Zaragoza.

Todavía más. El alcalde, reunido con una asociación laicista, deja caer la posibilidad de reclamar también la titularidad pública no solo de la Magdalena sino también de otros templos, entre ellos de la propia Seo del Salvador, sede del obispo y matriz de todos los templos de la diócesis. Desde el arzobispado calificaron de “peregrina” esta iniciativa. La Magdalena es desde siglo XVI la parroquia del barrio que lleva su nombre, como San Miguel, San Gil, El Portillo, San Pablo, San Felipe y La Seo dan nombre a los barrios de su entorno. Barrios con gran conciencia histórica de su unión con esos templos. Todos ellos son fundamentalmente eso, templos parroquiales activos y abiertos a todos.

Me venían a la memoria las palabras del dirigente de Podemos Iñigo Errejón cuando, en sus debates sobre lo que había que cambiar en su partido, le advertía a Pablo Iglesias que la gente les tenía miedo. Y no solo los grandes y poderosos sino también los débiles. Citaba a una anciana, vecina suya de escalera, que le había confesado estar atemorizada ante las cosas que les oía.