La Mentira
Su relación con el autoritarismo es antigua
Artículo pubilcado en Heraldo de Aragón el 24 de noviembre de 2024
Progreso’ es una "palabra talismán", como llama el profesor López Quintás a esos vocablos cuyo contenido se torna incuestionable, hasta llenarse de tanto prestigio que es imposible lanzar miradas críticas sobre ellos.
La noción de progreso tiene que ver con la visión lineal de la historia, pero va más allá. La impulsaron los ilustrados con su casi infinita confianza en las capacidades de los seres humanos para forjar grandes adelantos en el futuro. Nada se le pone por delante a la fe en el progreso. Sin embargo, poco más de un siglo tras aquel protagonismo triunfal del progreso al amparo de la razón, Europa se vio presa de los dos grandes totalitarismos, el pardo y el rojo, que hicieron del siglo XX uno de los más mortíferos y destructores de la historia.
La relación entre el autoritarismo político y la mentira es antigua. Y todavía sigue vigente
‘Totalitario’ viene a significar hacerse con la totalidad de las partes o atributos de algo, sin menoscabo alguno. Podría, pues, entenderse por tal un régimen que se apodera por completo de las dimensiones personales de sus ciudadanos, sin dejar una: desde sus costumbres hasta lo más sagrado, que es la conciencia. Y eso hace que ya no se pueda hablar de ciudadanos, sino de súbditos.
Uno de los rasgos de los totalitarismos es la utilización de la mentira, con el fin de ocultar lo real. Así lo vio, por ejemplo, Boris Souvarine, disidente comunista y amigo de la filósofa Simone Weil; escribió que "Stalin y sus súbditos siempre mienten, en todo momento, en todas las circunstancias; a fuerza de mentir, ya ni siquiera saben si mienten". En 1935, Souvarine publicaba ‘Stalin. Panorama histórico del bolchevismo’, criticando la singular querencia totalitaria por la mentira. Lo mismo el filósofo e historiador de la ciencia Alexandre Koyré, quien afirmaba en un tono parecido: "El régimen totalitario está esencialmente vinculado a la mentira".
La mentira aparta de la realidad, que es a lo que más se parece la verdad. Simone Weil planteaba la verdad como "resplandor de la realidad". Y lo mismo tantos pensadores lúcidos que quedarían sobrecogidos ante el alejamiento de la realidad vigente en nuestros días.
Muchos políticos mienten descaradamente, ante una indiferencia formidable. Da pavor comprobar su incompetencia, su sed de protagonismo y su mediocridad
Este estado de cosas lo favorece la presencia colonizadora de lo virtual, no hay duda; también, el apabullante relativismo que incapacita para reconocer verdad alguna y viene auspiciado por la impostura de los poderosos, particularmente los políticos, que mienten descaradamente, ante una indiferencia formidable. Da pavor comprobar su incompetencia, su sed de protagonismo y su mediocridad.
La idea de progreso se dio de bruces con los totalitarismos del siglo pasado, como una bola de nieve que crece al rodar por una ladera nevada. Y el "progreso progresado", expresión irónica de José Jiménez Lozano, Premio Cervantes 2002, acarrea hoy nuevas actitudes totalitarias en nuestros políticos embusteros, que razonan poco y responden con lo primero que se les ocurre, o con lo que llevaban escrito, a las preguntas de periodistas y ciudadanos, expresando así su desprecio. Relacionar autoritarismo y mentira no es nuevo; abramos los ojos y no lo veamos como cosa del pasado.