El cine aragonés: «ser o tener», esa gran cuestión

El cine aragonés actual tiene que «tener» personalidad
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Miembro de la Academia del Cine Aragonés
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La pandemia nos ha dejado clara nuestra fragilidad como especie frente a un virus microscópico, pero nos ha recordado (y puesto en orden nuestras prioridades) la necesidad cultural, a todos los niveles, del ser humano.

Ya sea como mero entretenimiento, o bien como respuesta a una situación «extraordinaria», millones de personas han buscado un refugio en el consumo de material audiovisual de las diferentes plataformas online. Y he aquí una de las paradojas que este gremio se ha encontrado: cuando todo el sector se ha parado completamente, la demanda de contenidos se ha disparado y ha creado unos hábitos de consumo sin precedente. Ahora mismo, España es el país europeo con mayor oferta de plataformas de suscripción.

Con este escenario y en este preciso momento, muchas empresas audiovisuales españolas se han lanzado en busca de nuevas oportunidades. A su vez, se ha multiplicado el interés por parte de compañías internacionales en invertir en producciones en nuestro país. Lo que, a priori, nos debería dejar un escenario inmejorable para dar un salto de calidad a todos los niveles. Pero ¿serán capaces nuestras instituciones de estar a la altura, invertir y sacar el máximo rendimiento… o nos quedaremos en el camino, conformándonos con ser el mejor escenario de cine para otros?

En nuestra tierra, una vez planteado el panorama actual, nos hallamos ante el mismo dilema. Por un lado, hemos vivido unos años de euforia y reconocimiento gracias al ingenio y la capacidad de nombres propios como Paula Ortiz, Pilar Palomero, Natalia Moreno, Marta Lallana, Gaizka Urresti, Javier Macipe, Miguel Ángel Lamata, German Roda, Carlos Val, Ignacio Estaregui y un puñado más de realizadores que han demostrado que de talento e ilusión vamos sobrados. Pero, por otro lado, seguimos viendo que la industria audiovisual está todavía a años luz de lo que podría ser y que obliga a muchas personas y proyectos a «emigrar» a Madrid, a Barcelona… y al extranjero. O a embarcarse en importantes luchas y sacrificios personales. Problema que ya se encontraron Chomón, Florián Rey, Buñuel, Saura, Forqué, Borau y más reconocidos cineastas hace unos cuantos años.

Entonces, ¿hacia dónde deberían ir dirigidos los esfuerzos de las instituciones, televisiones, centros docentes y escuelas de cine, productoras, Academia del Cine Aragonés, festivales, asociaciones, etc. para evitar esta fuga de talentos y de inversión? En mi opinión, solamente hay una dirección, con tres paradas obligatorias:

- Invertir en una mejor formación.

- Involucrar a la empresa privada.

- Motivar a las nuevas generaciones.

Dado el momento único en que nos encontramos, todos los esfuerzos citados en el párrafo anterior tienen que ir de la mano hacia este mismo destino alentador.

El cine aragonés actual no puede permitirse el lujo de «ser» reconocido como una personalidad, tiene que «tener» esa personalidad. Y a mí me parece el mejor motivo para continuar.

Antonio Valdovin es amante incondicional del cine desde los 4 años y miembro de la Academia del Cine Aragonés. En noviembre comienza el rodaje de la película Murmullo Cósmico como guionista, productor y realizador.