Oportunidades

Reunionismo: tendencia a celebrar muchas reuniones innecesarias

Profesor Universidad Zaragoza y Patrono Grupo San Valero
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Artículo pubilcado en Heraldo de Aragón el 29 de enero de 2024

Uno. Descubro, con alborozo, que el Diccionario de americanismos recoge el término reunionismo para designar la "tendencia a celebrar muchas reuniones innecesarias". Y aunque a la vista de la definición no es ese su sentido estricto, supongo que podrá utilizarse para indicar no solo la inflación o el exceso cuantitativo, por así decirlo, de reuniones inútiles, sino también el inflamiento y la perversión cualitativa de las mismas incluso cuando son necesarias o inevitables: corrompiendo su fin propio y distintivo, alargándolas sin sentido o alterando su dinámica particular, como quien aprovecha una celebración familiar para vender seguros o intenta convertir una reunión de trabajo en una sesión de terapia comunitaria. El "reunionista" sería así a la reunión lo que el oportunista es a la oportunidad, que intenta sacar siempre su tajada particular, multiplicando innecesariamente los momentos en los que hacerse presente y llevando el agua a su molino cada vez que aparece. Ambos acaban pervirtiendo —por exceso, podríamos decir— el acontecimiento del que se sirven y por eso ambos lo desperdician. Y no piensen que pienso en alguien en concreto, que también, porque reunionistas —u oportunistas— somos todos, aunque unos más que otros, es verdad. Si antes se decía eso de que la vida es lo que pasa cuando no estás haciendo planes, hoy día uno podría tener la sensación de que la vida es lo que pasa cuando no estás reunido. Pero seguramente la vida es también lo que sucede en cada reunión. Porque, además, al fin y al cabo, ¿hay algo interesante que no hagamos, de un modo u otro, juntos?

Dos. Un agradable paseo invernal, el domingo pasado, con Ch. y J. Mª divagando sobre si vivimos o no una época sin certezas. Hace unos meses, estaba metido en una reunión de trabajo —en este caso de las justas, necesarias y bien organizadas— y J. bromeó diciendo que lo único seguro en este mundo es que la parusía y el fin de los tiempos, de producirse, nos pillará reunidos. Cabía imaginar, incluso, que si en ese momento Dios nuestro Señor se hubiera manifestado con toda su gloria para comunicarnos su venida y certificar el eschaton, le hubiéramos dicho que bien, que de acuerdo, pero que esperara un momento fuera de la sala a que acabáramos, que estábamos reunidos. En La banalidad del bien, su último libro, Jorge Freire recuerda el caso de la priora del relato de Gabriel Miró "que espantaba los milagros, las apariciones y cualquier manifestación de lo sobrenatural porque le complicaba la logística abacial". Lo inesperado no puede convocarse —dice Freire—, pero "impedirse, probablemente sí, y quien lo hace se cierra a una parte esencial de la vida". Para evitarlo, hay quienes insisten en la necesidad de distinguir entre lo urgente y lo importante, o entre lo esencial y lo accesorio, pero tampoco eso suele estar tan claro, porque quienes mandan tienden a disfrazar sus intereses bajo el manto de lo más inmediato y fundamental, invitándonos a postergar cualquier otra preocupación que no tenga que ver con las suyas. "No es que la alerta despiste —escribe Freire unas páginas más adelante en su libro—, sino que nos impide despistarnos con aquellas cuestiones más incómodas para el poder. Eduard Pujol afirmó, siendo portavoz de Junts per Catalunya, que tratar la cuestión de las listas de espera en los hospitales públicos catalanes 'distraía de lo esencial', esto es, de la independencia".

Y tres. Etimológicamente, el término oportunidad remite al hallazgo de un puerto o una vía de salida para quien navega desorientado o a la búsqueda. Pero a menudo no podemos verlas, bien porque estamos empeñados en encontrarlas tal como hemos decidido que sean o bien porque estamos a por uvas. Por eso, por lo general, las auténticas oportunidades se reconocen a toro pasado. Solo quienes están entrenados son capaces de descubrirlas. La mayoría, como la priora que mencionaba Freire, somos incapaces de verlas porque eso nos obligaría a cambiar la dirección (¡a estas alturas!) o porque estamos tan centrados en "lo esencial" (es decir, en lo que quienes mandan nos han convencido de que lo es) que otras posibles rutas nos pasan inadvertidas. Dicho de otro modo: estamos tan obsesionados con no desperdiciar las oportunidades que nos venden y nunca llegan, que se nos pasan las de verdad. O nos empeñamos tanto en no perder el tren que no nos damos cuenta de todo lo que está sucediendo en la estación. Y tal vez lo que está ocurriendo es el milagro.