El verano trae a muchas empresas la frescura y vitalidad del talento de nuestros jóvenes. Disfrutar de ellos, enseñarles, o compartir sus ilusiones y miedos es una maravilla. En nuestro medio rural da gusto pasear por las calles estos meses estivales. Los días, las noches, las piscinas, bibliotecas, o las tertulias del café están llenas de vida. El talento más enérgico vuelve a casa y es esperanzador trabajar con quienes quieren volver para quedarse. Contribuir a retener esa virtud, formarla, mimarla y establecer las bases para su futuro laboral es la mejor contribución que muchos podemos regalarnos, a nosotros mismos y a nuestros municipios.
Por nuestra redacción cada verano pasan media docena de perfiles entre...