VIVIR RODANDO

Rodar películas va mucho allá de ser un mero oficio. Es una forma de vivir y entender el mundo que nos rodea.
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Director, guionista y profesor de la Universidad San Jorge
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Desde hace unos años, estoy incluido en un grupo de guasap en el que estamos varios amigos y profesionales del medio cinematográfico. El grupo empezó llamándose “Vivir rodando”. Cada cierto tiempo, alguien le cambia el nombre, dependiendo de la situación vital que estamos atravesando. Normalmente, buscamos reflejar la realidad que nos rodea. De esta forma, el grupo pasó, en el pasado año, por nombres de todo tipo: “Vivir confinados”, “Vivir haciendo pan casero”, “Vivir en cuarentena”, etcétera, adaptándose así, con cierto buen humor, a la situación que nos tocó vivir a todos en 2020. Pero lo cierto es que, tarde o temprano, cuando alguien del grupo está vinculado a un proyecto cinematográfico, el grupo de guasap pasa a llamarse “Vivir rodando…” acompañado a continuación del título de la producción en cuestión. El último año no ha sido el mejor para los rodajes cinematográficos. Y aún así hubo una temporada corta donde el grupo se llamó “Vivir rodando Parresia”, haciendo alusión al último proyecto que dirigí en septiembre del año pasado.

Pocas palabras tienen tanta fuerza, tanto impacto en nosotros, como la palabra “vivir”. Creo que es uno de esos verbos imprescindibles. Una de esas palabras fundamentales en nuestro vocabulario. Sus significados son tan amplios que la RAE recoge hasta once acepciones diferentes, explorando las múltiples definiciones de la palabra. “Rodando” es el gerundio del verbo “rodar” que ha derivado en el conocido término “rodaje”, que la RAE recoge en su quinta acepción como el proceso de grabación de una película. Hace alusión a ese término que, aún hoy en día, se utiliza de forma habitual en los rodajes, cuando el camarógrafo le da al botón de grabar. “¡Rueda!”, se suele escuchar, avisando a todo el equipo de que la cámara está grabando. Es curioso cómo el término ha sobrevivido al cambio tecnológico de las cámaras, ya que, en la actualidad, no hay bobinas de celuloide rodando físicamente dentro de las cámaras. Sin embargo, pese los avances tecnológicos, algo no ha cambiado en los sets de rodaje. Cuando se escucha “rueda”, todo el mundo guarda silencio, esperando a que la cámara recoja la realidad que tiene frente a sí. Es un instante solemne, de cierta liturgia, que exige máxima concentración al equipo de rodaje.

Quienes rodamos películas sabemos que “vivir rodando” es más que una declaración de intenciones. Es casi un lema que esconde mucha verdad detrás de esas dos palabras. “Vivir rodando” supone una actitud vital de entender el mundo que nos rodea. Cuando alguien acude por primera vez a un set de rodaje -una visita, un figurante, etc.- lo normal es que su primera impresión sea poco más que la de estar en un parque de atracciones. Todo resulta extraño y llamativo. Decenas de personas de un lado para otro, rostros conocidos entrando y saliendo del set, cámaras, focos, multitud de vehículos, decorados, efectos especiales... Todo un universo destinado a recrear una realidad diferente a las que vivimos. Sin embargo, cuando formamos parte de una película o de una serie de televisión, esa realidad recreada, alternativa, termina por ser nuestra propia realidad durante el tiempo que dura el rodaje. Los equipos de cine vivimos allí adentro, formamos parte de ese mundo que se recrea y habitamos en él durante las semanas que dura una producción. Coexistimos en una realidad diferente durante este tiempo y nuestras vidas se reducen solo a eso, a la vida del rodaje. Los rodajes son experiencias muy intensas. Por eso, es de sobra conocida en el oficio la “depresión postrodaje” que, tarde o temprano, atraviesa todo el que se dedica a crear películas, teniendo que adaptarse de nuevo, al final un rodaje, a la vida que ha dejado aparcada durante un tiempo. Porque el cine, como dijo Jean-Luc Godard, es “una verdad 24 veces por segundo”. Y esa verdad lo ocupa todo durante el tiempo que dura un rodaje.

Así viví yo el verano de 2019, en la que durante tres intensos meses estuvimos preproduciendo y rodando Las niñas (2020) de Pilar Palomero en Zaragoza. En mi caso, como primer ayudante de dirección de la película. Durante esos tres meses tuve la inmensa suerte de regresar a 1992. Pilar nos ofreció a todo el equipo de la película la oportunidad de viajar y vivir rodando en una época ya extinguida. Algo que, posteriormente, también han vivido miles de espectadores en las salas de cine. En aquel verano, un grupo de personas aparcamos nuestras vidas por completo para dar vida y forma a ese colegio de monjas, a esas calles zaragozanas de principios de los noventa, a esas largas carreteras de Monegros donde disfrutamos de los atardeceres más bellos. De aquel verano no recuerdo nada más. No sabría decir qué pasó, qué noticias fueron relevantes o qué sucedió en mi vida más allá de estar viviendo unos tres meses dentro del universo de Las niñas. Así vivimos los que hacemos las películas, entrando y saliendo en otras vidas, dejando de lado las nuestras, siempre en virtud de la propia creación cinematográfica. Nos dedicamos a ello con pasión y devoción y nos dejamos hasta la última gota de sudor para que ese viaje también lo vivan los futuros espectadores de la película.

Rodar películas va mucho allá de ser un mero oficio. Es una forma de vivir y entender el mundo que nos rodea. También es una manera de contrastar y cuestionar nuestra propia realidad. Vivir rodando nos permite experimentar otras vidas diferentes. Durante un tiempo puedes vivir una vida totalmente distinta a la tuya. Formas parte de una realidad que sabes que no existe, pero que a la vez es más real que la tuya propia. Por eso, los que estamos en ese grupo de guasap sabemos que “vivir rodando” es toda una declaración de intenciones que va más allá de un mero juego de palabras. Hemos asumido que crear películas es un principio vital, una forma de ver y de relacionarnos con el contradictorio mundo que nos rodea. Mientras escribo este texto, suena el móvil. Recibo un guasap en el grupo “Vivir esperando la vacuna”, último nombre adoptado. No está mal. Creo que refleja la realidad que casi todos vivimos en este momento. Sin embargo, nosotros seguimos trabajando para poder rebautizar el grupo. Estamos deseando volver a un nuevo “Vivir rodando…” acompañado del título del próximo proyecto. Y cruzamos los dedos para que así sea.