El hombre algorítmico

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Profesor de Sistemas de Información, Dr. en Gestión de Procesos
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Una noticia en el Technology Review del MIT, “Your best teammate might some day be an algorithm“, me lleva a pensar en ese balance entre el desarrollo de más y más capacidades en las máquinas que, sin duda, pueden llevar a que muchos trabajos dejen de tener sentido, y la visión particular que siempre he tenido de mi trabajo viéndose cada vez más potenciado por el uso de ese tipo de tecnologías.

Francamente, nunca he tenido demasiado miedo de que un algoritmo me deje sin trabajo. Será porque me dedico a algo que pocos ubican en las quinielas de trabajos a ser rápidamente sustituidos por robots o por la flexibilidad absoluta que la institución para la que trabajo me ofrece a la hora de enfocar mi actividad, pero siempre he pensado que si todo mi entorno se ve revolucionado por la tecnología, seguiré teniendo posibilidad de estudiarlo y explicárselo a alguien a quien le pueda añadir valor.

Así, el enfoque de un desarrollo de herramientas algorítmicas enfocado en la colaboración me lleva a plantearme qué cosas podré hacer cuando algunas de las partes de mi trabajo que menos me gustan y que, posiblemente, menos valor añade, puedan ser llevadas a cabo por algoritmos, cada vez más fáciles de desarrollar y educar gracias a herramientas cada vez más sencillas.

Nuestro trabajo y nuestra vida en general están cada vez más rodeados de herramientas, que aportan una eficiencia cada vez mayor. Sin embargo, fallan aún algunos elementos: el primero de todos ellos es el que afecta a la visión de automatización incompleta de muchas tareas, que no llegan a suponer automatismos exactos, sino que están sujetas a una cierta variabilidad o “toque humano”, y que precisamente por eso, las herramientas aún no aciertan a llevar a cabo con el nivel de rendimiento adecuado. Durante muchos años, las herramientas se han planteado la automatización como una manera de replicar procesos de manera idéntica y predecible, un enfoque que se ha mostrado limitado. La posibilidad de introducir en esos algoritmos pasos que repliquen en algunos puntos el juicio de un humano en función de datos generados anteriormente permitirían establecer procesos de automatización mucho más potentes, planteados en función de diversos parámetros, y con mayor posibilidad de añadir valor. Hace relativamente poco tiempo, separar el spam del correo electrónico era una tarea pesada y manual. Ahora, prácticamente nada escapa al algoritmo, y la carpeta de spam ya prácticamente no merece supervisión manual. Y como eso, mil cosas más.

Muchas de las tareas que llevo a cabo a lo largo del día precisan de atributos que aún son inequívocamente humanos. Pero muchos otros tienen un componente mucho más mecánico y repetitivo, y podrían beneficiarse claramente de un tratamiento algorítmico. Antes de ver cómo los robots roban nuestros trabajos, veremos muchos otros casos de desarrollo de algoritmos que nos permitan niveles de automatización muy superiores que los que conocemos hoy, en tareas que no son completamente repetitivas, pero que llegan a parecérnoslo, y que potenciarán nuestras capacidades al tiempo que liberan tiempo para otras tareas. En muchos casos, cuando los algoritmos y los robots ya puedan hacer nuestro trabajo, nosotros ya estaremos haciendo otros trabajos diferentes, siguiendo un enfoque que, en función de lo ocurrido en épocas anteriores que ya son historia, me parece mucho más adecuado, constructivo y lógico. Cuantos más algoritmos veo, más quiero trabajar con ellos, aplicarlos a mi día a día y sentir que potencian mis capacidades como ser humano.