Del lápiz al ordenador sin olvidar lo que importa

¡La innovación educativa está de moda señores!
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Profesor de ESO en Centro San Valero
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Nos toca vivir unos tiempos en los que todo evoluciona a un ritmo mucho mayor que hace medio siglo; hablando sin precisión podríamos decir que lo que antes podría tardar diez años en cambiar, ahora puede costar un año. Todo va más rápido, nuestro ritmo de vida, los flujos de información, los transportes… pero se llevan la medalla de oro los avances tecnológicos, y si no nos adaptamos a ello nos quedamos fuera, nos guste o no, pero de eso hablaremos luego.

Mas en esta montaña de avances podemos encontrar una roca que ha permanecido casi inalterable ante el paso de los años. Desde la revolución industrial, en la que las escuelas adoptaron un modelo educativo destinado a enseñar lo básico a la inmensa mayoría de la población y a ofrecerle una educación superior sólo a unos pocos, desde entonces, el sistema educativo se ha mantenido casi inalterado, al menos en su esencia.

Las aulas son más bonitas, los libros de texto están llenos de colorido, la pluma y el tintero pasaron a ser piezas de museo, pero en esencia el modelo educativo sigue siendo igual; un adulto trasmite conocimientos a unos alumnos que han de mostrar la adquisición de éstos en un examen. Si te adaptas a este sistema, triunfas y obtienes un título (ya te educarás más adelante) y si no te adaptas fracasas.

Pero este sistema está basado en demostrar destrezas, casi exclusivamente del ámbito lingüístico y lógico matemático, ¿qué sucede con el resto de los rasgos de nuestra inteligencia? Quizás no sean necesarios en nuestra vida (falso), quizás no sean necesarios en el mundo laboral (falso también). Si Howard Gadner levantara la cabeza…

Y así hemos llegado al siglo XXI, y parece que por fin estamos despertando de este letargo. Desde hace unos años, el término “innovación educativa” ha pasado de casi no existir a prácticamente todo lo contrario. Un centro educativo que no tiene en su web la palabra “innovación” está mal visto. ¡La innovación educativa está de moda señores! Pero si profundizamos un poco en lo que muchos entienden por innovación nos encontramos con el mismo perro con distinto collar.

Pizarras digitales, salas de ordenadores, proyectores, buenos laboratorios… Todo esto está muy bien, pero si además no cambiamos las metodologías y los enfoques todo se queda en agua de borrajas.

Por todo ello, en el Centro de Educación Secundaria San Valero nos propusimos, hace ya unos años, hacer una profunda reflexión, seguida de una toma de decisiones y nos lanzamos a cambiar. Pero a cambiar de verdad, no sólo superficialmente. Decidimos hacer cambios progresivos, poco a poco, para que tanto profesores como alumnos tuvieran tiempo de adaptarse e ir descubriendo qué merecía la pena y qué no. Ensayo-error.

Llevamos ya cuatro años trabajando bajo el marco del “trabajo cooperativo”, en el que nuestros alumnos, además de aprender los contenidos de las materias, pueden adquirir (casi sin darse cuenta) muchas otras habilidades y destrezas. Este modelo fomenta la participación y la igualdad de oportunidades, desarrolla una actitud crítica, mejora las habilidades sociales y un sinfín de beneficios para los alumnos. Y el profesor deja de ser el protagonista de la clase para dar paso a los alumnos, verdaderos protagonistas de su aprendizaje. El papel del docente pasa a ser el de un facilitador y observador; ofrece las pautas, rectifica errores, ayuda a los alumnos, pero deja de dar clases magistrales el cien por cien del tiempo.

No ha sido un cambio libre de errores y quebraderos de cabeza, pero si lo haces con ilusión todo se puede lograr.

Después de estos años seguimos teniendo mucho que cambiar, mejorar nuestro sistema de evaluación, dar más presencia a la teoría de las inteligencias múltiples, integrar modelos como el de “flipped classroom” o los paisajes de aprendizaje, y un largo etcétera.

Para este año hemos decidido introducir un dispositivo electrónico por alumno, que sustituye a los libros de texto. Consideramos que esto va a favorecer otros cambios más profundos, cambios metodológicos. El dispositivo elegido ha sido el Chromebook, de la mano de todas las herramientas educativas que nos ofrece Google, y a día de hoy todos nuestros alumnos de primero de E.S.O. vienen a clase con su dispositivo y sus libros digitales.

Nos estamos adaptando, esto no se consigue de la noche a la mañana, pero el objetivo no es abandonar los libros de texto, esto sería una verdadera estupidez, sino dotar a los alumnos y profesores de una herramienta que les permita introducir en sus clases cambios profundos. Queremos que nuestros alumnos aprendan a utilizar las tecnologías de una forma responsable, pretendemos que adquieran habilidades como la búsqueda y selección de la información, que aumente su espíritu crítico ante todo lo que pueden encontrar en el universo de internet y deseamos ir introduciendo metodologías activas que nos puede permitir el uso del Chromebook. Y, por supuesto, no pretendemos dejar de lado el trabajo escrito a mano, el uso del cuaderno, los murales de toda la vida, las pinturas, los rotuladores, el boli y el papel.

Y en esto estamos poniendo mucha de nuestra energía ahora mismo; sabemos que no va a ser fácil y que nos vamos a encontrar problemas en el camino, pero no hay obstáculo suficientemente grande para detener al que tiene claro su objetivo y cree en él como creemos nosotros.