Centros educativos y cultura del bienestar

El reto de una intervención primaria en bienestar en centros educativos

Orientador y Docente en CPA Salduie
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Uno de los grandes objetivos de la educación es la integración de las personas en la sociedad que los rodea. No solo los datos y el saber más concreto o específico, sino también los valores y normas que les permitan relacionarse satisfactoriamente con el resto de personas. A lo largo de los años, la sociedad ha ido cambiando, y el modelo educativo ha evolucionado en el mismo sentido para dar respuesta a la necesidad de nuevos perfiles tanto profesionales como personales.

En los centros educativos ya no nos vale con el diagnóstico de las posibles necesidades educativas especiales, que en muchos casos ya vienen preestablecidas. Nos enfrentamos a la detección e intervención en una serie de casuísticas que nunca nos planteamos cuando convertimos nuestra vocación por educar en nuestra profesión.

Creo que ninguna persona que se dedique a la docencia negará el cambio en el alumnado, especialmente en los últimos años y no solo en los niveles inferiores, sino también en educación superior. Estoy seguro de que cada profesional puede enumerar una lista amplia de cambios que vemos cada día en las aulas. Situaciones que en muchos casos sobrepasan nuestras competencias, conocimientos y responsabilidades, que incluso siendo ajenas al centro, condicionan el día a día del mismo.

Bien es cierto que estas situaciones no son una novedad en las aulas, pero la proporción e intensidad de las mismas va aumentando considerablemente. No se trata de enumerar todo lo que sucede en el día a día de un centro escolar, sino en buscar formas de darle un giro a esta tendencia, o al menos a contribuir a ello.

Probablemente por deformación profesional, como psicólogo y profesor de FOL, tiendo a hacer un paralelismo entre las clases y el entorno laboral: existen unas reglas, unos objetivos, unas demandas, unos recursos, un desempeño, una interacción con otras personas, la posibilidad de sufrir estrés, la presencia de estudiantes especialmente sensibles, etc…

Al igual que las necesidades de la sociedad han ido modelando nuestro trabajo y conocimientos día a día, prueba de ello es el manejo de distintas plataformas digitales que todos hemos aprendido a utilizar en los últimos años, también debemos saber gestionar nuestras emociones, nuestro estrés y nuestra empatía en el día a día. En conclusión, debemos integrar el desarrollo personal y la gestión emocional como parte esencial de la formación.

En prevención de riesgos laborales, se denomina prevención terciaria a lo que se hace cuando ya ha ocurrido un accidente o se ha contraído una enfermedad. Se denomina prevención secundaria cuando el riesgo es muy probable o la enfermedad está en un estadio precoz y todavía evitable. Y se denomina prevención primaria cuando el riesgo es bajo y podemos evitar adquirir enfermedades, y aun así se realizan acciones dirigidas a mejorar las condiciones.

Afortunadamente, en la mayoría de las aulas no encontramos situaciones de riesgo, pero no por ello debemos dejar de realizar acciones encaminadas a mejorar la convivencia en clase, así como la resiliencia de nuestros estudiantes, su tolerancia a la frustración, su conocimiento y gestión emocional, SU BIENESTAR.

La Ley Orgánica 8/2021, de 4 de junio, de protección integral a la infancia y la adolescencia frente a la violencia, en su artículo 35, nos indica la obligación de integrar la figura del Coordinador de Bienestar en los centros educativos en los que haya menores de edad. Las funciones principales de esta figura son coordinar protocolos, ser referente ante cualquier incidencia, fomentar la resolución pacífica de conflictos, e incluso informar a las Fuerzas y Cuerpos de Seguridad del Estado de cualquier situación de riesgo.

Este punto de inflexión, esta nueva figura en los centros educativos puede ser una oportunidad no solo para apagar incendios, sino para cuidar el monte. No debe convertirse en una figura a la que se redireccionen las incidencias y nos olvidemos de ellas. Tenemos ante nosotros la oportunidad de integrar ya no la figura del Coordinador de Bienestar, sino iniciar una cultura de Centros del Bienestar. Y eso es misión de todos.

Esta figura, esta oportunidad, no tiene por qué quedarse solo en los centros en los que haya menores, es perfectamente extrapolable a todo lugar, espacio y modalidad formativa.

Compañeros, ya sé que nos encontramos en periodo estival, con tiempo libre, recargando pilas, pero permitidme que os pida una pequeña tarea para el próximo curso: pensad en qué tipo de centro os gustaría tener al volver, qué tipo de actividades os gustaría trabajar, qué necesidades tenéis, qué podemos hacer para crear ese espacio en el que interactuemos satisfactoriamente con el resto de la comunidad educativa.

¿Clases de yoga para estudiantes? ¿Formación para docentes en mindfulness? ¿Talleres de inteligencia emocional? ¿Diseño de espacios de interacción personal para el alumnado? ¿Facilitar la realización de ejercicio físico? ¿Incluir alimentación saludable en las máquinas de vending?

No te quedes tus ideas para ti, compártelas, ayuda a que seamos mejores para nuestros estudiantes y para nosotros mismos. Yo estaré encantado de que me cuentes qué has pensado este verano.

VÍCTOR GARCÍA CANTÓ - Orientador y Docente en CPA Salduie

https://cpaformacion.com/docentes/victor-garcia/